viernes, 19 de marzo de 2010

Encuentro 2: LA LLAMADA.

Es Gustavo, ¿sabéis? Gustavo es quien ha vuelto a despertar y a poner en funcionamiento este blog al pedirme el segundo texto de DOS ENCUENTROS, que aparece más abajo. Si queréis, especialmente tú, Gustavo, podéis hacer algún comentario o añadir algún otro "encuentro". A lo mejor, después de esto, hincha sus vientos esta balsa y acaba siendo puerto franco. ¿Quién sabe?

Encuentro 2: LA LLAMADA.

Al abrir la puerta me he dado cuenta de que he sido yo el que estaba al otro lado. Que pueda parecer mentira no tiene más importancia que la que le queramos dar, ya que es la primera vez que me ocurre esto. Al dirigirle la palabra y saber fehacientemente que era yo el que me había equivocado de piso, él entró para que saliese yo en busca del que al cabo de un tiempo repitiera la operación, como así fue, para certificar lo irremediable. Y así, desde ese mismo atardecer amaneció nublado, sin más sol, y no encontré espejo capaz de multiplicar una vez más este juego de ausencias, por lo que ahora llamas todos los días y a todas horas sin que haya quien pueda abrirte. Pues bien, puesto que todo lo anterior ha sucedido en este preciso instante, y es innegablemente real, al abrir de nuevo me he dado cuenta de que he sido yo el que seguía al otro lado y de que al intentar traspasar el umbral un cortocircuito me ha dejado en negro frente a la verdad. Lo demás, qué importa, y qué falta hace.

Carlos Alcaide Romero

2 comentarios:

  1. Carlos, cada vez que lo leo me gusta más. Veamos si entre todos somos capaces de devolverle la vida a este pedazo de blog.

    Juan Pe, taller Adolfo.

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  2. Como dice el caballero que vendió a Cristo por unas monedas de plata, es condición indispensable que este blog permanezca activo y que de vez en cuando veamos un texto tuyo, de los muchos que creas y de los muchos que gustan a todos cuando los lees.

    Y ahora al grano, tal y como he comentado en las "Sombras Chinas", está claro que, lejos de ser pretencioso, nos deja con esa cara de gilipollas de alguien que sabe que acaba de leer algo que le ha llegado hondo y que está seguro de que al leerlo por quita vez seguirá descubriendo nuevas cosas. Y es que si pretencioso es hacer que puedas leer y calmar la sed de todo lo que un texto pueda significar de un sólo golpe, se puede decir que es pretencioso mil veces, porque mil veces lo leeras y creeras fehacientemente que te está queriendo decir lo que piensas y muy diferente a lo que pensaste la primera y a todas las veces anteriores que lo leíste.

    Entonces podemos quedar en que lejos de decir, muestras, y como enseñó el señor Adolfo, es justo lo que hay que hacer.

    Y si encima muestras a la vez que estimulas la razón, la imaginación y el devenir de la creatividad, es en ese entonces donde quizás nos estemos acercando a un texto, que sin darnos a conocer a su creador, bien podría parecernos escrito por un Benet cualquiera.

    No quería citar a Márquez, sobre todo por si Adolfo se me tira al cuello lanzándome improperios acerca de lo equivocado en mi actitud de hacer de menos al maestro de maestros con una simple mención sin ponerle el apellido de Dios, pero la verdad es que si le diera por leer lo escrito en la Llamada, bien podría decir "Si alguna vez escribiera esto, nadie me lo creería." (La mala hora).

    Para acabar, decirte Carlos que no te escondas, te tenemos calado, sabemos que tienes muchos textos tan buenos o mejores que estos que han leído pocos más que tu mismo. No seas egoísta y danos el placer.

    Gustavo.

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